Salmo 77:3-14; 22:1-5; Deuteronomio 7:17-18; Josué 1:8; 2 Timoteo 2:8-10
Cuando estoy angustiado, recurro al Señor; sin cesar
elevo mis manos por las noches, pero me niego a recibir consuelo. Me acuerdo de
Dios, y me lamento; medito en él, y desfallezco. Selah. No me dejas conciliar el sueño; tan turbado
estoy que ni hablar puedo. Me pongo a pensar en los tiempos de antaño; de los
años ya idos me acuerdo. Mi corazón reflexiona por las noches; mi espíritu
medita e inquiere: ¿Nos rechazará el Señor para siempre? ¿No volverá a
mostrarnos su buena voluntad? ¿Se habrá agotado su gran amor eterno, y sus
promesas por todas las generaciones? ¿Se
habrá olvidado Dios de sus bondades, y en su enojo ya no quiere tenernos
compasión? Selah. Y me pongo a pensar: Esto es lo que me duele: que haya
cambiado la diestra del Altísimo. Prefiero recordar las hazañas del Señor,
traer a la memoria sus milagros de antaño. Meditaré en todas tus proezas;
evocaré tus obras poderosas. Santos, oh Dios, son tus caminos; ¿qué dios hay
tan excelso como nuestro Dios? Tú eres el Dios que realiza maravillas; el que
despliega su poder entre los pueblos.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado? Lejos estás para salvarme, lejos de mis palabras de lamento. Dios
mío, clamo de día y no me respondes; clamo de noche y no hallo reposo. Pero tú
eres santo, tú eres rey, ¡tú eres la alabanza de Israel! En ti confiaron
nuestros padres; confiaron, y tú los libraste; a ti clamaron, y tú los
salvaste; se apoyaron en ti, y no los defraudaste.
Tal vez te preguntes: ¿Cómo podré expulsar a
estas naciones, si son más numerosas que yo? Pero no les temas; recuerda bien
lo que el Señor tu Dios hizo contra el faraón y contra todo Egipto.
Recita siempre el libro de la ley y medita en
él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así
prosperarás y tendrás éxito.
No dejes de recordar a Jesucristo,
descendiente de David, levantado de entre los muertos. Este es mi evangelio, por
el que sufro al extremo de llevar cadenas como un criminal. Pero la palabra de
Dios no está encadenada. Así que todo lo
soporto por el bien de los elegidos, para que también ellos alcancen la
gloriosa y eterna salvación que tenemos en Cristo Jesús.
DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A
LA PALABRA DE DIOS.
Cuando la esperanza parece perdida
y comienzo a sentir que Dios es indiferente a mis necesidades, entonces me
acordaré de todo lo que el Señor Jesús ha hecho en mi vida. A veces estoy tan preocupado que ni siquiera encuentro
las palabras para hablar con Dios.
Entonces recordare sus intervenciones pasadas. Meditare en Sus grandes
obras. Me acordaré de la gran salvación que Él hizo por mí. Mi Padre Celestial, el Señor, el Altísimo, Todopoderoso, no hay otro mayor que
El y no se olvida de mí ni me deja sin consuelo. Él Señor Jesús no me dejara ni
me abandonara. El esta conmigo, me
defiende, me libra del mal, y pelea mis batallas.
Si no has
recibido a Jesús tú Señor simplemente
has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre
Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que
invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que
Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el
Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16;
Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en
otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu
Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste
de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo
Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra
te bendice favor de hacérmelo saber.
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