martes, 23 de agosto de 2011

Sobresalgo en la Gracia del dar.



2 Corintios 8:2-7; 2 Corintios 9:7; Filipenses 4:14-20; Deuteronomio 28:12; 1 Corintios 1:5 

En medio de las pruebas más difíciles, su desbordante alegría y su extrema pobreza abundaron en rica generosidad.  Soy testigo de que dieron espontáneamente tanto como podían, y aún más de lo que podían, rogándonos con insistencia que les concediéramos el privilegio de tomar parte en esta ayuda para los santos. Incluso hicieron más de lo que esperábamos, ya que se entregaron a sí mismos, primeramente al Señor y después a nosotros, conforme a la voluntad de Dios.  De modo que rogamos a Tito que llevara a feliz término esta obra de gracia entre ustedes, puesto que ya la había comenzado. Pero ustedes, así como sobresalen en todo —en fe, en palabras, en conocimiento, en dedicación y en su amor hacia nosotros  —, procuren también sobresalir en esta gracia de dar.

Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría.

Sin embargo, han hecho bien en participar conmigo en mi angustia.  Y ustedes mismos, filipenses, saben que en el principio de la obra del evangelio, cuando salí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en mis ingresos y gastos, excepto ustedes. Incluso a Tesalónica me enviaron ayuda una y otra vez para suplir mis necesidades.  No digo esto porque esté tratando de conseguir más ofrendas, sino que trato de aumentar el crédito a su cuenta.  Ya he recibido todo lo que necesito y aún más; tengo hasta de sobra ahora que he recibido de Epafrodito lo que me enviaron. Es una ofrenda fragante, un sacrificio que Dios acepta con agrado.  Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús.  A nuestro Dios y Padre sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 El Señor abrirá los cielos, su generoso tesoro, para derramar a su debido tiempo la lluvia sobre la tierra, y para bendecir todo el trabajo de tus manos. Tú les prestarás a muchas naciones, pero no tomarás prestado de nadie.

 Unidos a Cristo ustedes se han llenado de toda riqueza, tanto en palabra como en conocimiento.


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS

No importa cuál sea mi situación, me da gozo abundante poder dar todo lo que pueda a la obra del Señor Jesus.  Es un placer poder dar tanto como puedo, e incluso más allá de mi capacidad.  Esto lo hago por mi cuenta y no por obligación.  De hecho, no tienen ni siquiera que pedirme porque siempre estoy buscando la oportunidad de dar en el ministerio que Dios me indique a través de mis bendiciones financieras.  Lo que hace esto aún más impresionante es el hecho de que soy un socio del Señor Jesús en lo que doy. Así que no se sabe lo que podría hacer, porque cuando Dios y yo nos ponemos de acuerdo en esto, la bendición puede fluir en cualquier dirección.  En el Señor Jesús sobresalgo en todo lo que hago en fe, en la enseñanza, en la comprensión (conocimiento), en el entusiasmo, en mi amor por mis hermanos en Cristo, y me esfuerzo en la gracia (habilidad dada por Dios) de dar también.


Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.