viernes, 25 de marzo de 2011

El Espíritu Santo Es Mi Guía


Romanos 8:14-17
Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. Porque no habéis recibido el espíritu de servidumbre para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: Abba Padre.  El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.  Y si hijos, también herederos; herederos de Dios, y coherederos con Cristo; si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos también glorificados.

DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Al vivir bajo la guía del Espíritu Santo, demuestro el hecho de que soy un hijo de Dios. El Espíritu Santo me ha librado de la esclavitud y del temor, y me da una revelación total de mi nueva relación con mi Padre Celestial. El Espíritu Santo da testimonio a mi propio espíritu de que yo soy un hijo de Dios. Es a través de Su revelación que me he dado cuenta que Dios es mi Padre.  ¡Soy un heredero de la familia real de Dios! ¡Soy hijo de Dios y comparto la misma herencia con mi Señor Jesús! ¡Cuando me convertí en uno con Él en Su sufrimiento, también me volví uno con Él en Su gloria!
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Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.