miércoles, 8 de junio de 2011

La Palabra De Dios Esta En Mi Corazón.


 Salmo 37:30-34; Salmo 119:11; Isaías 54:17
 La boca del justo imparte sabiduría, y su lengua emite justicia. La ley de Dios está en su corazón, y sus pies jamás resbalan. Los malvados acechan a los justos con la intención de matarlos, pero el Señor no los dejará caer en sus manos ni permitirá que los condenen en el juicio. Pero tú, espera en el Señor, y vive según su voluntad, que él te exaltará para que heredes la tierra. Cuando los malvados sean destruidos, tú lo verás con tus propios ojos.


·         En mi corazón atesoro tus dichos para no pecar contra ti.

·        No prevalecerá ninguna arma que se forje contra ti; toda lengua que te acuse será refutada. Ésta es la herencia de los siervos del Señor, la justicia que de mí procede —afirma el Señor—.



DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS


Soy un hombre de honor e integridad. Mi boca sólo habla la verdad y la sabiduría fluye de mí como una fuente. La Palabra de Dios está profundamente arraigada en mi corazón por lo que no voy a tropezar en mi camino. Aunque los malvados tramen algo contra mí, aun queriendo quitarme mi propia vida, el Señor Jesús no me dejará caer en poder de ellos. No tengo miedo de sus falsas acusaciones y amenazas injustas.  Si fuera llevado a juicio no seré condenado, porque el Señor Jesús es mi Abogado justo, y yo estoy a Su lado.  A su debido tiempo seré exaltado y heredare la tierra, y cuando los malvados sean quitados yo estaré allí para presenciarlo.


Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.