viernes, 18 de mayo de 2012

El Señor Jesús me ha levantado para Proclamar Su Nombre.


Isaías 52:7-13; Romanos 10:15-18; Gálatas 3:13; Efesios 2:14; Filipenses 2:16-18; 3:1-3; 4:4

 

¡Qué hermosos son, sobre los montes, los pies del que trae buenas nuevas; del que proclama la paz, del que anuncia buenas noticias, del que proclama la salvación, del que dice a Sión: "Tu Dios reina"!  ¡Escucha! Tus centinelas alzan la voz, y juntos gritan de alegría, porque ven con sus propios ojos que el Señor vuelve a Sión. Ruinas de Jerusalén, ¡prorrumpan juntas en canciones de alegría! Porque el Señor ha consolado a su pueblo, ¡ha redimido a Jerusalén! El Señor desnudará su santo brazo a la vista de todas las naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios. Ustedes, que transportan los utensilios del Señor, ¡pónganse en marcha, salgan de allí! ¡Salgan de en medio de ella, purifíquense! ¡No toquen nada impuro!  Pero no tendrán que apresurarse ni salir huyendo, porque el Señor marchará a la cabeza; ¡el Dios de Israel les cubrirá la espalda! Miren, mi siervo triunfará; será exaltado, levantado y muy enaltecido.

 

¿Y quién predicará sin ser enviado? Así está escrito: ¡Qué hermoso es recibir al mensajero que trae* buenas nuevas! Sin embargo, no todos los israelitas aceptaron las buenas nuevas. Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro mensaje? Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo. Pero pregunto: ¿Acaso no oyeron? ¡Claro que sí!  Por toda la tierra se difundió la voz de ellos, y sus palabras hasta los confines del mundo. Pero el servicio sacerdotal que Jesús ha recibido es superior al de ellos, así como el pacto del cual es mediador es superior al antiguo, puesto que se basa en mejores promesas.

Cristo nos rescató de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros, pues está escrito: "Maldito todo el que es colgado de un madero."


Porque Jesucristo es nuestra paz: de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba.

Manteniendo en alto la palabra de vida. Así en el día de Cristo me sentiré satisfecho de no haber corrido ni trabajado en vano. Y aunque mi vida fuera derramada  sobre el sacrificio y servicio que proceden de su fe, me alegro y comparto con todos ustedes mi alegría.  Así también ustedes, alégrense y compartan su alegría conmigo.

Por lo demás, hermanos míos, alégrense en el Señor. Para mí no es molestia volver a escribirles lo mismo, y a ustedes les da seguridad.  Cuídense de esos perros, cuídense de esos que hacen el mal, cuídense de esos que mutilan el cuerpo. Porque la circuncisión somos nosotros, los que por medio del Espíritu de Dios adoramos, nos enorgullecemos en Cristo Jesús y no ponemos nuestra confianza en esfuerzos humanos.

 Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense!

DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS

Mis pies son preciosos a los ojos del Señor Jesus, porque llevo el Evangelio de las buenas nuevas,  de la redención a un mundo herido. Proclamo el Evangelio de la paz, la salvación y buenas nuevas a toda la humanidad.  Grito en los cerros, "El Señor Jesús mi Dios Reina!"  Levanto mi voz y grito de alegría.  Daré  gritos de alegría con los guerreros de oración de la Iglesia. ¡Hemos sido redimidos! ¡La paz es nuestra! A partir de ahora hasta la eternidad viviremos nuestros días en el confort y la prosperidad de mi Señor Jesús. Los confines de la tierra deben conocer y ver que Jesús es el Señor.  Él me ha apartado para seguirle seguro todos los días de mi vida.  El Señor Jesús va delante de mí y es mi retaguardia.  Mi victoria es tan cierta como Su regreso.
Exalto Su Nombre cuando hablo de Su Evangelio. Aleluya! Amen.

Si no has recibido a  Jesús tú Señor, te invito a  hacer  la siguiente oración creyendo en tu corazón y Jesucristo será tu Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra te bendice favor de hacérmelo saber.

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