Romanos 8:23-30; Hebreos 11:1; 1 Corintios 14:2, 4-5 ,13, 17-18; 2 Pedro 1:4; 2 Corintios 5:2-5, 17; Efesios 1:4-14; 2:6-10; 4:30; 6:18; 2 Timoteo 2:19; 1 Pedro 2:9
Y no solo ella,
sino que también nosotros mismos,
que tenemos las primicias del
Espíritu, nosotros también gemimos
dentro de nosotros mismos, esperando la
adopción, la redención de nuestro
cuerpo, porque en esperanza fuimos
salvos; pero la esperanza que se
ve, no es esperanza; ya que lo que alguno ve, ¿para qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos. De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra
debilidad, pues qué hemos de pedir como
conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros
con gemidos indecibles. Pero el que
escudriña los corazones sabe cuál es la
intención del Espíritu, porque conforme
a la voluntad de Dios intercede por los santos.
Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto
es, a los que conforme a su propósito
son llamados. A los que antes
conoció, también los predestinó para que fueran hechos conformes a la imagen
de su Hijo, para que él sea el
primogénito entre muchos hermanos. Y a
los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó.
Es,
pues, la fe la certeza de lo que
se espera, la convicción de lo que no se
ve.
El que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios,
pues nadie lo entiende, aunque
por el Espíritu habla misterios.
El que habla en lengua extraña, así mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia. Yo desearía que todos vosotros hablarais en
lenguas, pero más aún que
profetizarais, porque mayor es el que
profetiza que el que habla en lenguas, a
no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación.
Por lo tanto,
el que habla en lengua extraña,
pida en oración poder interpretarla.
Tú, a
la verdad, bien das gracias; pero el otro no es edificado. Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más
que todos vosotros.
Por medio de estas cosas nos ha dado preciosas
y grandísimas promesas, para que por
ellas lleguéis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el
mundo a causa de las pasiones.
Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra
habitación celestial, pues así seremos
hallados vestidos y no desnudos. Asimismo los que estamos en este tabernáculo
gemimos con angustia, pues no
quisiéramos ser desnudados, sino
revestidos, para que lo mortal sea
absorbido por la vida. Pero el que nos
hizo para esto mismo es Dios, quien nos
ha dado el Espíritu como garantía.
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas.
Según nos escogió en él antes de la fundación
del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de él. Por su amor, nos predestinó para ser adoptados hijos suyos
por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado. En
él tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de
su gracia, que hizo sobreabundar para
con nosotros en toda sabiduría e inteligencia.
Él nos dio a conocer el misterio
de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí
mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en el cumplimiento de los tiempos
establecidos, así las que están en los
cielos como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo
sido predestinados conforme al propósito
del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que
seamos para alabanza de su gloria, nosotros
los que primeramente esperábamos en Cristo. En él también vosotros,
habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la
promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su
gloria.
Juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares
celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las
abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo
Jesús, porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras,
para que nadie se gloríe, pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviéramos en ellas.
Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios,
con el cual fuisteis sellados para el
día de la redención.
Orad en todo tiempo con toda oración y súplica en el
Espíritu, y velad en ello con toda
perseverancia y súplica por todos los santos.
Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: "Conoce el Señor a
los que son suyos" y "Apártese de maldad todo aquel que
invoca el nombre de Cristo".
Pero vosotros sois linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su
luz admirable.
DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A
LA PALABRA DE DIOS.
Soy hijo de Dios y partícipe
de los frutos del Espíritu Santo. De mi
interior brotan gemidos que no entiendo mientras espero con paciencia
la redención de mi cuerpo. Esta es la demostración de mi fe, de la misma
manera, el Espíritu Santo me ayuda en mis debilidades, porque no siempre se exactamente
qué pedir, pero el Espíritu me ayuda en mi ruego, con gemidos insondables. Mi
Padre Celestial, busca en mi corazón y conoce las intenciones del Espíritu
Santo que mora dentro de mí, porque Él intercede por mí de acuerdo a la
voluntad perfecta de Dios. Por lo tanto,
con Dios guiando mi oración, sé que todo lo que estoy orando en el espíritu [de
conformidad con la guía del Espíritu Santo] obrarán para mi bien. Amo a mi Padre Celestial con todo mi corazón. Él me ha dado un propósito específico en Su
gran plan y lo cumpliré con alegría. Mi Padre
Celestial me conocía antes del principio de los tiempos y ha destinado para ser
transformado según la imagen del Señor Jesús. El Señor Jesús se ha convertido en mi hermano
mayor. Él es el primogénito de la familia de Dios. Ahora soy un hijo de Dios, estoy predestinado
para tener la misma naturaleza de mi Señor Jesús, y al ser predestinado,
también he sido llamado y justificado, y
siendo justificado también he sido glorificado.
Si no has recibido a Jesús tú Señor, te invito a hacer la siguiente oración creyendo en tu corazón y Jesucristo
será tu Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el
nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del
Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y
creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos
2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a
morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que
si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas
11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que
Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos.
Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste
y por ser el Señor de mi vida. Amén.
Si tus has hecho
esta oración escríbeme o esta Palabra te bendice favor de hacérmelo saber.
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