miércoles, 4 de julio de 2012

El Señor Jesús me ha dado la primicia de Su Espíritu.


Romanos 8:23-30; Hebreos 11:1; 1 Corintios 14:2, 4-5 ,13, 17-18; 2 Pedro 1:4; 2 Corintios 5:2-5, 17; Efesios 1:4-14; 2:6-10; 4:30; 6:18; 2 Timoteo 2:19; 1 Pedro 2:9

Y no solo ella,  sino que también nosotros mismos,  que tenemos las primicias  del Espíritu,  nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos,  esperando la adopción,  la redención de nuestro cuerpo,  porque en esperanza fuimos salvos;  pero la esperanza que se ve,  no es esperanza;  ya que lo que alguno ve,  ¿para qué esperarlo?  Pero si esperamos lo que no vemos,  con paciencia lo aguardamos.  De igual manera,  el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad,  pues qué hemos de pedir como conviene,  no lo sabemos,  pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.  Pero el que escudriña los corazones  sabe cuál es la intención del Espíritu,  porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.  Sabemos,  además,  que a los que aman a Dios,  todas las cosas los ayudan a bien, esto es,  a los que conforme a su propósito son llamados.  A los que antes conoció,  también los predestinó  para que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo,  para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.  Y a los que predestinó,  a estos también llamó;  y a los que llamó,  a estos también justificó;  y a los que justificó,  a estos también glorificó.

Es,  pues,  la fe la certeza de lo que se espera,  la convicción de lo que no se ve.

El que habla en lenguas no habla a los hombres,  sino a Dios,  pues nadie lo entiende,  aunque por el Espíritu  habla misterios.

El que habla en lengua extraña,  así mismo se edifica;  pero el que profetiza,  edifica a la iglesia.  Yo desearía que todos vosotros hablarais en lenguas,  pero más aún que profetizarais,  porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas,  a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación.

Por lo tanto,  el que habla en lengua extraña,  pida en oración poder interpretarla.

Tú,  a la verdad,  bien das gracias;  pero el otro no es edificado.  Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros.

Por medio de estas cosas nos ha dado preciosas y grandísimas promesas,  para que por ellas lleguéis a ser participantes de la naturaleza divina,  habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de las pasiones.

Y por esto también gemimos,  deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial,  pues así seremos hallados vestidos y no desnudos.  Asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia,  pues no quisiéramos ser desnudados,  sino revestidos,  para que lo mortal sea absorbido por la vida.  Pero el que nos hizo para esto mismo es Dios,  quien nos ha dado el Espíritu como garantía.

De modo que si alguno está en Cristo,  nueva criatura  es: las cosas viejas pasaron;  todas son hechas nuevas.

Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha  delante de él. Por su amor,  nos predestinó para ser adoptados  hijos suyos  por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,  para alabanza de la gloria de su gracia,  con la cual nos hizo aceptos en el Amado. En él tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,   que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia.  Él nos dio a conocer el misterio  de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en el cumplimiento de los tiempos establecidos,  así las que están en los cielos como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados  conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros  los que primeramente esperábamos en Cristo. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación,  y habiendo creído en él,  fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,  que es las arras  de nuestra herencia hasta la redención de la  posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

Juntamente con él nos resucitó,  y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús, porque por gracia sois salvos por medio de la fe;  y esto no de vosotros,  pues es don de Dios.  No por obras,  para que nadie se gloríe, pues somos hechura suya,  creados en Cristo Jesús para buenas obras,  las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.

Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados  para el día de la redención.

Orad en todo tiempo  con toda oración y súplica en el Espíritu,  y velad en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.

Pero el fundamento  de Dios está firme,  teniendo este sello: "Conoce el Señor a los que son suyos"  y  "Apártese de maldad todo aquel que invoca el nombre de Cristo".

Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio,  nación santa,  pueblo adquirido por Dios,  para que anunciéis las virtudes  de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.


DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Soy hijo de Dios y partícipe de los frutos del Espíritu Santo.  De mi interior brotan   gemidos que no entiendo mientras espero con paciencia la redención de mi cuerpo.   Esta es la demostración de mi fe, de la misma manera, el Espíritu Santo me ayuda en mis debilidades, porque no siempre se exactamente qué pedir, pero el Espíritu me ayuda en mi ruego, con gemidos insondables. Mi Padre Celestial, busca en mi corazón y conoce las intenciones del Espíritu Santo que mora dentro de mí, porque Él intercede por mí de acuerdo a la voluntad perfecta de Dios.  Por lo tanto, con Dios guiando mi oración, sé que todo lo que estoy orando en el espíritu [de conformidad con la guía del Espíritu Santo] obrarán para mi bien.  Amo a mi Padre Celestial con todo mi corazón.  Él me ha dado un propósito específico en Su gran plan y lo cumpliré con alegría.  Mi Padre Celestial me conocía antes del principio de los tiempos y ha destinado para ser transformado según la imagen del Señor Jesús.  El Señor Jesús se ha convertido en mi hermano mayor. Él es el primogénito de la familia de Dios.  Ahora soy un hijo de Dios, estoy predestinado para tener la misma naturaleza de mi Señor Jesús, y al ser predestinado, también he sido llamado y  justificado, y siendo justificado también he sido glorificado.

Si no has recibido a  Jesús tú Señor, te invito a  hacer  la siguiente oración creyendo en tu corazón y Jesucristo será tu Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra te bendice favor de hacérmelo saber.

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