lunes, 26 de diciembre de 2011

El Padre envió al Señor Jesús por Su Gran Amor


1 Juan 4:7, 9-10; Juan 17:20-26; 1 juan 2:11; 3:10-11, 16-18; Juan 3:16-17; Efesios 2:1-10 Gálatas 4:4-6 Romanos 5:6-8

Amados,  amémonos unos a otros,  porque el amor es de Dios.  Todo aquel que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios,  sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo  en propiciación por nuestros pecados.


Pero no ruego solamente por estos,  sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno;  como tú,  Padre,  en mí y yo en ti,  que también ellos sean uno en nosotros,  para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que me diste,  para que sean uno,  así como nosotros somos uno.  Yo en ellos y tú en mí,  para que sean perfectos en unidad,  para que el mundo conozca que tú me enviaste,  y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.  Padre,  aquellos que me has dado,  quiero que donde yo esté,  también ellos estén conmigo,   para que vean mi gloria que me has dado,  pues me has amado desde antes de la fundación del mundo. Padre justo,  el mundo no te ha conocido,  pero yo te he conocido,  y estos han conocido que tú me enviaste.  Les he dado a conocer tu nombre y lo daré a conocer aún,  para que el amor con que me has amado esté en ellos y yo en ellos.

Pero el que odia a su hermano está en tinieblas y anda en tinieblas,  y no sabe a dónde va,  porque las tinieblas le han cegado los ojos.

En esto se manifiestan los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia y que no ama a su hermano,  no es de Dios.  Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros.

En esto hemos conocido el amor,  en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad y cierra contra él su corazón,  ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos,  no amemos de palabra ni de lengua,  sino de hecho y en verdad.

De tal manera amó Dios al mundo,  que ha dado a su Hijo unigénito,  para que todo aquel que en él cree  no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo,  sino para que el mundo sea salvo por él.

Él os dio vida a vosotros,  cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,  en los cuales anduvisteis en otro tiempo,  siguiendo la corriente de este mundo,  conforme al príncipe de la potestad del aire,  el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.  Entre ellos vivíamos también todos nosotros en otro tiempo,  andando en los deseos de nuestra carne,  haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos;  y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.  Pero Dios,  que es rico en misericordia,  por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados,  nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos).  Juntamente con él nos resucitó,  y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús,  porque por gracia sois salvos por medio de la fe;  y esto no de vosotros,  pues es don de Dios. No por obras,  para que nadie se gloríe, pues somos hechura suya,  creados en Cristo Jesús para buenas obras,  las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.

Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo,  Dios envió a su Hijo,  nacido de mujer y nacido bajo la Ley,  para redimir  a los que estaban bajo la Ley,  a fin de que recibiéramos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo,  el cual clama:  ¡Abba,  Padre!

Cristo,  cuando aún éramos débiles,  a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente,  apenas morirá alguno por un justo;  con todo,  pudiera ser que alguien tuviera el valor de morir por el bueno. Pero Dios muestra su amor para con nosotros,  en que siendo aún pecadores,  Cristo murió por nosotros


DECLARACION DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.

Muestro mi amor orando por todo el Cuerpo de Cristo. Pongo toda mi capacidad para dar del  amor viene de Dios. Como el Señor Jesús esta en mi, yo en Él, y Él en mí, Su amor se derrama delante de mí en abundancia. Dios ha mostrado Su amor por mí al enviar al Señor Jesús al mundo para que viva por El. La forma más pura de amor, porque Señor Jesús es Amor. El Padre comenzó esta vida de amor para que la disfrute en Él.  Él me ha perdonado de todo pecado y ahora soy hijo de Dios Todopoderoso.


Si no has recibido a  Jesús tú Señor simplemente has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

Si tus has hecho esta oración escríbeme a la siguiente dirección: enriqueibarra.@integra.com.sv