Isaías
33:5-6; Proverbios 3:5-10; 1 Corintios 1:30; 2:6-16; Romanos 5:17; 8:16-21, 32;
Gálatas 4:5
Exaltado
es el Señor porque mora en las alturas, y llena a Sión de justicia y rectitud. Él
será la seguridad de tus tiempos, te dará en abundancia salvación, sabiduría y
conocimiento; el temor del Señor será tu tesoro.
Confía en el Señor de todo
corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará
tus sendas. No seas sabio en tu propia
opinión; más bien, teme al Señor y huye del mal. Esto infundirá salud a tu cuerpo y fortalecerá
tu ser. Honra al Señor con tus riquezas y con los primeros frutos de tus
cosechas. Así tus graneros se llenarán a
reventar y tus bodegas rebosarán de vino nuevo.
Pero gracias a él [al Padre
del Señor Jesucristo] ustedes están unidos a Cristo Jesús, a quien Dios ha
hecho nuestra sabiduría es decir, nuestra justificación, santificación y
redención.
En cambio, hablamos con sabiduría entre los
que han alcanzado madurez, pero no con la sabiduría de este mundo ni con la de
sus gobernantes, los cuales terminarán en nada.
Más bien, exponemos el misterio de la sabiduría de Dios, una sabiduría
que ha estado escondida y que Dios había destinado para nuestra gloria desde la
eternidad. Ninguno de los gobernantes de
este mundo la entendió, porque de haberla entendido no habrían crucificado al
Señor de la gloria. Sin embargo, como
está escrito: Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente
humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman. Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por
medio de su Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades
de Dios. En efecto, ¿quién conoce los
pensamientos del ser humano sino su propio espíritu que está en él? Así mismo,
nadie conoce los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios. Nosotros no hemos recibido el espíritu del
mundo sino el Espíritu que procede de Dios, para que entendamos lo que por su
gracia él nos ha concedido. Esto es
precisamente de lo que hablamos, no con las palabras que enseña la sabiduría
humana sino con las que enseña el Espíritu, de modo que expresamos verdades espirituales
en términos espirituales. El que no
tiene el Espíritu no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, pues para él
es locura. No puede entenderlo, porque hay que discernirlo espiritualmente. En
cambio, el que es espiritual lo juzga todo, aunque él mismo no está sujeto al
juicio de nadie, porque ¿quién ha conocido la mente del Señor para que pueda
instruirlo?
Pues si por la transgresión
de un solo hombre reinó la muerte, con mayor razón los que reciben en
abundancia la gracia y el don de la justicia reinarán en vida por medio de un
solo hombre, Jesucristo. El Espíritu
mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos
de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también
tendremos parte con él en su gloria. De
hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la
gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación
de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por
su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme
esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la
esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino
que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo
no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?
Para rescatar a los que estaban bajo la ley,
a fin de que fuéramos adoptados como hijos.
DECLARACIÓN DE FE DE
ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.
Confío en el Señor Jesús
con todo mi corazón y Él me llena de Su justicia (Su aprobación) y rectitud.
Jesús es mi Señor y el cimiento de mi vida y mi estabilidad en cualquier
situación. De Su abundancia, me suministra completamente de sabiduría, de conocimiento y salvación para
cada circunstancia que enfrente. Como su hijo, tengo acceso gratuito a todos Sus
tesoros.
Si no has recibido a Jesús tú Señor simplemente has la siguiente
oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti
en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre
del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor,
y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo»
(Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo
venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del
Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra.
Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre
los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como
lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
Si tus has hecho esta oración escríbeme a la siguiente dirección: sejibarra@yahoo.es
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