Hebreos 12:10-13; Salmo 103:1-5, 13; Levíticos
11:44; Mateo 6:10; Santiago 3:17-18; Isaías 35:1-10
En efecto, nuestros padres nos disciplinaban
por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro
bien, a fin de que participemos de su santidad. Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento
de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después
produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por
ella. Por tanto, renueven las fuerzas de
sus manos cansadas y de sus rodillas debilitadas. "Hagan sendas derechas
para sus pies", para que la pierna coja no se disloque sino que se sane.
Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser
su santo nombre. Alaba, alma mía, al
Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios.
Él perdona todos tus pecados y sana todas tus
dolencias; él rescata tu vida del sepulcro y te cubre de amor y compasión; él
colma de bienes tu vida y te rejuvenece como a las águilas.
Tan compasivo es el Señor con los que le temen
como lo es un padre con sus hijos.
Yo soy el Señor su Dios, así que santifíquense
y manténganse santos, porque yo soy santo. No se hagan impuros por causa de los
animales que se arrastran.
Venga tu reino, hágase tu voluntad en la
tierra como en el cielo.
En cambio, la sabiduría que desciende del
cielo es ante todo pura, y además pacífica, bondadosa, dócil, llena de
compasión y de buenos frutos, imparcial y sincera. En fin, el fruto de la justicia se siembra en
paz para los que hacen la paz.
Se alegrarán el desierto y el sequedal; se
regocijará el desierto y florecerá como el azafrán. Florecerá y se regocijará: ¡gritará de
alegría! Se le dará la gloria del Líbano, y el esplendor del Carmelo y de
Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan
las manos débiles, afirmen las rodillas temblorosas; digan a los de corazón
temeroso: "Sean fuertes, no tengan miedo. Su Dios vendrá, vendrá con
venganza; con retribución divina vendrá a salvarlos." Se abrirán entonces los ojos de los ciegos y
se destaparán los oídos de los sordos; saltará el cojo como un ciervo, y
gritará de alegría la lengua del mudo. Porque aguas brotarán en el desierto, y
torrentes en el sequedal. La arena
ardiente se convertirá en estanque, la tierra sedienta en manantiales burbujeantes.
Las guaridas donde se tendían los chacales, serán morada de juncos y papiros. Habrá allí una calzada que será llamada Camino
de santidad. No viajarán por ella los impuros, ni transitarán por ella los
necios; será sólo para los que siguen el camino. No habrá allí ningún león, ni
bestia feroz que por él pase; ¡Allí no se les encontrará! ¡Por allí pasarán
solamente los redimidos! Y volverán los
rescatados por el Señor, y entrarán en Sión con cantos de alegría, coronados de
una alegría eterna. Los alcanzarán la alegría y el regocijo, y se alejarán la
tristeza y el gemido.
DECLARACIÓN
DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.
El
Padre Celestial de Señor Jesús sólo disciplinas, y me aparta del mal para mi protección
y mi bienestar y para que me mantenga apartado del mundo que me rodea. Él no
utiliza enfermedad, la dolencia y los desastres en mi contra para
disciplinarme; sino que como buen Padre Su disciplina es para instruirme en lo
que está por venir en un futuro cercano, y poder salir victorioso con Sus
indicaciones. Su disciplina está
diseñada para mantenerme en santidad y estar bien de espíritu, alma y cuerpo. Y
a través de la formación, a veces es muy duro y exigente, que más tarde va a
producir en mí una abundante cosecha de justicia y paz.
Por
lo tanto, no estoy desalentado o desanimado, sino que se fortalece y anima.
Si no has recibido a Jesús tú Señor simplemente has la siguiente
oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti
en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre
del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor,
y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo»
(Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo
venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del
Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra.
Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre
los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como
lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
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