Lucas 11:33-36; 1 Juan 1:5-9; Filipenses 4:8; Mateo 5:28; 6:22-23; Proverbios 6:25; Romanos 1:16
Nadie enciende una lámpara para esconderla o para
ponerla debajo de un cesto. Por el contrario, la pone encima de una mesa para
que los que entren tengan luz. La lámpara del cuerpo son los ojos. Si los ojos
están bien, todo el cuerpo está lleno de luz. Pero si los ojos no están bien,
todo el cuerpo está en la oscuridad. Por lo tanto, cuídate de que la luz que
está en ti no sea oscuridad. Si tu cuerpo está lleno de luz y no hay oscuridad
en él, será iluminado completamente. Será como una lámpara que te alumbra con
su luz.
Este es el mensaje que hemos escuchado de Jesucristo y se lo estamos
comunicando a ustedes: Dios es luz y no hay oscuridad en él. Si decimos que
estamos bien con Dios pero seguimos viviendo en el pecado, estamos mintiendo
pues no seguimos la verdad. Dios vive en
la luz y nosotros también debemos vivir en la luz. Si continuamos viviendo en
la luz, estamos todos unidos con Dios. Mientras vivimos en la luz, la sangre de
Jesucristo, el Hijo de Dios, continúa limpiándonos de toda maldad. Si decimos
que no pecamos, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en
nosotros; pero si admitimos nuestros pecados, Dios nos perdonará. Él es fiel y
justo para limpiarnos de toda maldad.
En fin, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, noble, correcto,
puro, hermoso y admirable. También piensen en lo que tiene alguna virtud, en lo
que es digno de reconocimiento. Mantengan su mente ocupada en eso.
Pero ahora yo te digo que si alguno mira a una mujer con el deseo de
tener relaciones sexuales con ella, en su mente ya ha cometido pecado con ella.
El ojo es la luz del cuerpo. Si tus ojos ven bien, todo tu cuerpo estará
lleno de luz. Pero si tus ojos ven mal, entonces todo tu cuerpo estará lleno de
oscuridad. Si la única luz que tienes es la oscuridad, ¡qué horrible oscuridad
tendrás!
No dejes que su belleza haga que tu corazón arda en deseos por ella; no
te dejes cautivar por sus miradas.
No vacilo en anunciar las buenas noticias porque son el poder que Dios
usa para salvar a todos los que creen. Se anunciaron primero a los judíos, pero
también son para los que no son judíos.
DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A
LA PALABRA DE DIOS.
Tengo
cuidado de lo que permito entrar en mi vida. Entiendo completamente que la luz
no tiene comunión con las tinieblas. Es mi decisión de vivir como el Señor Jesús
y en El soy hijo de luz. Mis ojos son la luz que ilumina todo mi cuerpo y cuido
que sean sanos. Los ojos de mi espíritu permanecen limpios viendo con claridad
lo que está puesto delante de mí, discerniendo la verdad, el bien, el mal, y la
falsedad. Estas cosas evidencian que soy hijo del Dios vivo y no me avergüenzo
de la vida que he elegido vivir. Mi vida es un testimonio para todos los que
tienen hambre por el Evangelio y estoy siempre dispuesto a llevar a otros a los
brazos de mi Padre celestial.
Si no has
recibido a Jesús tú Señor simplemente
has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre
Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que
invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que
Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el
Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16;
Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en
otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu
Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste
de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo
Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra
te bendice favor de hacérmelo saber.
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