Josué 14:7-13; Génesis 12:1-3; Josué 1:5-9; Números 14:6-9; Deuteronomio 34:7; Isaías 46:4; Efesios 6:10-18; Romanos 8:37; Gálatas 4:5-6
Yo tenía cuarenta años cuando Moisés, siervo
del Señor, me envió desde Cades Barnea para explorar el país, y con toda
franqueza le informé de lo que vi. Mis compañeros de viaje, por el contrario,
desanimaron a la gente y le infundieron temor. Pero yo me mantuve fiel al Señor
mi Dios. Ese mismo día Moisés me hizo este juramento: La tierra que toquen tus
pies será herencia tuya y de tus descendientes para siempre, porque fuiste fiel
al Señor mi Dios. Ya han pasado cuarenta y cinco años desde que el Señor hizo
la promesa por medio de Moisés, mientras Israel peregrinaba por el desierto;
aquí estoy este día con mis ochenta y cinco años: ¡el Señor me ha mantenido con
vida! Y todavía mantengo la misma
fortaleza que tenía el día en que Moisés me envió. Para la batalla tengo las
mismas energías que tenía entonces. Dame,
pues, la región montañosa que el Señor me prometió en esa ocasión. Desde ese
día, tú bien sabes que los anaquitas habitan allí, y que sus ciudades son
enormes y fortificadas. Sin embargo, con la ayuda del Señor los expulsaré de
ese territorio, tal como él ha prometido. Entonces Josué bendijo a Caleb y le
dio por herencia el territorio de Hebrón.
El Señor le dijo a Abram: "Deja tu tierra, tus parientes y la casa
de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande, y te bendeciré;
haré famoso tu nombre, y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a
los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la
tierra!
Durante todos los días de tu vida, nadie será capaz de enfrentarse a ti.
Así como estuve con Moisés, también estaré contigo; no te dejaré ni te
abandonaré. Sé fuerte y valiente, porque
tú harás que este pueblo herede la tierra que les prometí a sus antepasados. Sólo te pido que tengas mucho valor y firmeza
para obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella
para nada; sólo así tendrás éxito dondequiera que vayas. Recita siempre el libro de la ley y medita
en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así
prosperarás y tendrás éxito. Ya te lo he
ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el
Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas.
Allí estaban también Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, los
cuales habían participado en la exploración de la tierra. Ambos se rasgaron las
vestiduras en señal de duelo y le dijeron a toda la comunidad israelita: La
tierra que recorrimos y exploramos es increíblemente buena. Si el Señor se agrada de nosotros, nos hará
entrar en ella. ¡Nos va a dar una tierra donde abundan la leche y la miel! Así que no se rebelen contra el Señor ni
tengan miedo de la gente que habita en esa tierra. ¡Ya son pan comido! No
tienen quién los proteja, porque el Señor está de parte nuestra. Así que, ¡no
les tengan miedo!
Moisés tenía ciento veinte años de edad cuando murió. Con todo, no se
había debilitado su vista ni había perdido su vigor.
Aun en la vejez, cuando ya peinen canas, yo seré el mismo, yo los
sostendré. Yo los hice, y cuidaré de ustedes; los sostendré y los libraré.
Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor. Pónganse toda la
armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra seres
humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan
este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones
celestiales. Por lo tanto, pónganse toda
la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta
el fin con firmeza. Manténganse firmes,
ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de
justicia, y calzados con la disposición
de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe,
con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. Tomen el casco de la salvación y la espada
del Espíritu, que es la palabra de Dios. Oren en el Espíritu en todo momento, con
peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los
santos.
Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel
que nos amó.
Para rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos
adoptados como hijos. Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: "¡Abba! ¡Padre!"
DECLARACIÓN
DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.
Soy
un hombre que el Espíritu da testimonio de mi fe. Sigo al Señor Jesús, mi Dios con todo mi corazón. Cada lugar que
toca la planta de mis pies se ha convertido en mi herencia. ¡El reino de Dios
ha venido a mí! Y es la herencia del
Padre Celestial para mí y mi descendencia toda la eternidad! Esta tierra es (mi corazón), donde el Señor Jesús
reina supremamente! El Señor me mantiene
con fuerza y lleno de vigor todos los días de mi vida. Estoy preparado para la guerra. Estoy siempre dispuesto a luchar en el nombre
del Señor Jesús! Un espíritu de
fortaleza y valor me sostienen en todo
momento. El Señor está siempre conmigo y
conquisto a los gigantes de la tierra.
Me atrevo a declarar y creer que soy bendecido. En el nombre del Señor Jesús reclamo mi
herencia espiritual!
Si no has recibido a Jesús tú Señor simplemente has la siguiente
oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti
en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre
del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor,
y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo»
(Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo
venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del
Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra.
Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre
los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como
lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
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