Colosenses 1:21-23; Efesios 2:1-15; 5:27; 2 Corintios 5:17-21; Romanos 8:1-2; Hebreos 10:35
En otro tiempo ustedes, por su actitud y sus
malas acciones, estaban alejados de Dios y eran sus enemigos. Pero ahora Dios, a fin de presentarlos santos,
intachables e irreprochables delante de él, los ha reconciliado en el cuerpo
mortal de Cristo mediante su muerte, con tal de que se mantengan firmes en la
fe, bien cimentados y estables, sin abandonar la esperanza que ofrece el
evangelio. Éste es el evangelio que ustedes oyeron y que ha sido proclamado en
toda la creación debajo del cielo, y del que yo, Pablo, he llegado a ser
servidor.
En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados, en los cuales andaban conforme a los poderes
de este mundo. Se conducían según el que gobierna las tinieblas, según el
espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia. En ese
tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros
deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos.
Como los demás, éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su
gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos
en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! Y en unión con Cristo Jesús,
Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales, para
mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia, que por
su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia ustedes han
sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo
de Dios, no por obras, para que nadie se jacte. Porque somos hechura de Dios,
creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano
a fin de que las pongamos en práctica. Por lo tanto, recuerden ustedes los
gentiles de nacimiento —los que son llamados «incircuncisos» por aquellos que
se llaman «de la circuncisión», la cual se hace en el cuerpo por mano humana—, recuerden
que en ese entonces ustedes estaban separados de Cristo, excluidos de la
ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin
Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, a ustedes que antes estaban
lejos, Dios los ha acercado mediante la sangre de Cristo. Porque Cristo es nuestra paz: de los dos
pueblos ha hecho uno solo, derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba, pues
anuló la ley con sus mandamientos y requisitos. Esto lo hizo para crear en sí
mismo de los dos pueblos una nueva humanidad al hacer la paz
Así que no se hagan cómplices de ellos.
Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo
ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! Todo
esto proviene de Dios, quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y
nos dio el ministerio de la reconciliación: esto es, que en Cristo, Dios estaba
reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados y
encargándonos a nosotros el mensaje de la reconciliación. Así que somos embajadores de Cristo, como si
Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: «En nombre de Cristo les
rogamos que se reconcilien con Dios.» Al
que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios.
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a
Cristo Jesús, pues por medio de él la
ley del Espíritu de vida me ha liberado
de la ley del pecado y de la muerte
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente
recompensada.
DECLARACION
DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.
Antes,
estaba alejado de Dios – en mi mente era completamente hostil y contrario a mi Señor
Jesús, y andaba por malos caminos. Pero
ahora, he sido reconciliado con Dios por medio de la muerte del Señor Jesús y
Su resurrección al tercer día. Ahora
puedo presentarme ante Dios santo, sin la menor mancha y libre de toda acusación,
si es que permanezco en mi fe (creyendo y confesando como mi Dios y Señor a Jesús),
estando totalmente cimentado y firme sin alejarme nunca de La Palabra de Dios, poniéndola
por obra como mi máxima autoridad.
Si no has recibido a Jesús tú Señor simplemente has la siguiente
oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti
en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre
del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor,
y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo»
(Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo
venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del
Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra.
Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre
los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como
lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
Si tus has hecho esta oración escríbeme a la siguiente dirección:
enriqueibarra.@integra.com.sv
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