Salmo 105:42-45; Gálatas 3:13-14; Deuteronomio
4:1; 6:1-7; 28:1-14; Génesis 15:13-14; Josué 11:16-23; Salmo 119:11
Ciertamente Dios [sinceramente] se acordó de su
santa Palabra y promesa, la que hizo a su siervo Abraham. Sacó a su pueblo, a
sus escogidos, en medio de gran alegría y de gritos jubilosos. Les entregó las tierras que poseían las naciones [en la que estoy];
heredaron el fruto del trabajo de otros pueblos para que ellos observaran sus preceptos y
pusieran en práctica sus leyes [amar Su Palabra, obedecerla y ponerla por obra].
¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
Cristo nos rescató de la maldición de la ley
al hacerse maldición por nosotros, pues está escrito: Maldito todo el que es
colgado de un madero. Así sucedió, para
que, por medio de Cristo Jesús, la bendición prometida a Abraham llegara a las
naciones, y para que por la fe recibiéramos el Espíritu según la promesa.
Ahora, israelitas, escuchen los preceptos y
las normas que les enseñé, para que los pongan en práctica. Así vivirán y
podrán entrar a la tierra que el Señor, el Dios de sus antepasados, les da en
posesión.
Éstos son los mandamientos, preceptos y normas
que el Señor tu Dios mandó que yo te enseñara, para que los pongas en práctica
en la tierra de la que vas a tomar posesión, para que durante toda tu vida tú y
tus hijos y tus nietos honren al Señor tu Dios cumpliendo todos los preceptos y
mandamientos que te doy, y para que disfrutes de larga vida. Escucha, Israel, y esfuérzate en obedecer. Así
te irá bien y serás un pueblo muy numeroso en la tierra donde abundan la leche
y la miel, tal como te lo prometió el Señor, el Dios de tus antepasados. Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el
único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma
y con todas tus fuerzas. Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando.
Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu
casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.
Si realmente escuchas al Señor tu Dios, y
cumples fielmente todos estos mandamientos que hoy te ordeno, el Señor tu Dios
te pondrá por encima de todas las
naciones de la tierra. Si obedeces al
Señor tu Dios, todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te acompañarán
siempre: Bendito serás en la ciudad, y bendito en el campo. Benditos
serán el fruto de tu vientre, tus cosechas, las crías de tu ganado, los
terneritos de tus manadas y los corderitos de tus rebaños. Benditas serán tu
canasta y tu mesa de amasar. Bendito
serás en el hogar, y bendito en el camino. El Señor te concederá la victoria sobre tus
enemigos. Avanzarán contra ti en perfecta formación, pero huirán en desbandada.
El Señor bendecirá tus graneros, y todo
el trabajo de tus manos. El Señor tu Dios te bendecirá en la tierra que te ha
dado. El Señor te establecerá como su pueblo santo, conforme a su juramento, si
cumples sus mandamientos y andas en sus caminos. Todas las naciones de la tierra te respetarán
al reconocerte como el pueblo del Señor. El Señor te concederá abundancia de bienes:
multiplicará tus hijos, tu ganado y tus cosechas en la tierra que a tus antepasados
juró que te daría. El Señor abrirá los
cielos, su generoso tesoro, para derramar a su debido tiempo la lluvia sobre la
tierra, y para bendecir todo el trabajo de tus manos. Tú les prestarás a muchas
naciones, pero no tomarás prestado de nadie. El Señor te pondrá a la cabeza, nunca en la
cola. Siempre estarás en la cima, nunca en el fondo, con tal de que prestes
atención a los mandamientos del Señor tu Dios que hoy te mando, y los obedezcas
con cuidado. Jamás te apartes de ninguna
de las palabras que hoy te ordeno, para seguir y servir a otros dioses.
El Señor le dijo: Debes saber que tus
descendientes vivirán como extranjeros en tierra extraña, donde serán
esclavizados y maltratados durante
cuatrocientos años. Pero yo castigaré a
la nación que los esclavizará, y luego tus descendientes saldrán en libertad y
con grandes riquezas.
Josué
logró conquistar toda aquella tierra: la región montañosa, todo el Néguev, toda la región de Gosén, el
valle, el Arabá, la región montañosa de Israel y su valle. También se apoderó de todos los territorios,
desde la montaña de Jalac que se eleva hacia Seír, hasta Baal Gad en el valle
del Líbano, a las faldas del monte Hermón. Josué capturó a todos los reyes de
esa región y los ejecutó, después de
combatir con ellos por largo tiempo. Ninguna ciudad hizo tratado de ayuda mutua con
los israelitas, excepto los heveos de Gabaón. A todas esas ciudades Josué las
derrotó en el campo de batalla, porque
el Señor endureció el corazón de los enemigos para que entablaran guerra con
Israel. Así serían exterminados sin compasión alguna, según el mandato que el
Señor le había dado a Moisés. En aquel tiempo Josué destruyó a los anaquitas
del monte Hebrón, de Debir, de Anab y de la región montañosa de Judá e Israel.
Habitantes y ciudades fueron arrasados por Josué. Ningún anaquita quedó con vida en la tierra
que ocupó el pueblo de Israel. Su presencia se redujo sólo a Gaza, Gat y Asdod.
Así logró Josué conquistar toda aquella
tierra, conforme a la orden que el Señor le había dado a Moisés, y se la
entregó como herencia al pueblo de Israel, según la distribución tribal. Por
fin, aquella región descansó de las guerras.
En mi corazón atesoro tus dichos para no pecar
contra ti.
DECLARACIÓN
DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS.
El
Padre Celestial se acordó de Su pacto hecho a Abraham, y en Su hijo Jesús el
Ungido me ha sacado de la esclavitud del pecado y hoy vivo con alegría. A
través del Señor Jesús, Dios me da como
herencia una tierra que otros han trabajado y cosecho de mi trabajo así como lo
que otros sembraron. También soy
igualmente diligente para recordar ese pacto hecho con la sangre del Señor.
Guardo todos sus preceptos, y amo Su Palabra, la escudriño, la oigo, la medito
y la pongo por obra. Amén, ¡Aleluya!!
Si no has recibido a Jesús tú Señor simplemente has la siguiente
oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti
en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre
del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor,
y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo»
(Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo
venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del
Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra.
Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre
los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como
lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
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