Isaías 11:2-5; Juan 14:12; Hecho 17:28; 1 Corintios 1:30; 2:6-16; 2 Corintios 5:7; Isaías 55:8-11
Y reposará sobre él el
espíritu de Jehová: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de
consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Y le hará entender diligente en el temor de
Jehová. No juzgará según la vista de sus
ojos ni resolverá por lo que oigan sus oídos, sino que juzgará con justicia a
los pobres y resolverá con equidad a favor de los mansos de la tierra. Herirá la tierra con la vara de su boca y con
el espíritu de sus labios matará al impío.
Y será la justicia cinto de sus caderas, y la fidelidad ceñirá su
cintura.
Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago
también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre.
Puesto que en él vivimos, nos movemos y existimos. Como algunos de sus
propios poetas griegos han dicho: De él somos descendientes.
Pero gracias a él (Dios Padre)
ustedes están unidos a Cristo Jesús, a quien Dios ha hecho nuestra
sabiduría —es decir, nuestra justificación, santificación y redención—
En cambio, hablamos con sabiduría entre los que han alcanzado
madurez, pero no con la sabiduría de
este mundo ni con la de sus gobernantes, los cuales terminarán en nada. Más
bien, exponemos el misterio de la sabiduría de Dios, una sabiduría que ha
estado escondida y que Dios había destinado para nuestra gloria desde la
eternidad. Ninguno de los gobernantes de este mundo la entendió, porque de
haberla entendido no habrían crucificado al Señor de la gloria. Sin embargo, como está escrito: Ningún ojo ha
visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios
ha preparado para quienes lo aman. Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por
medio de su Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades
de Dios. En efecto, ¿quién conoce los pensamientos del ser humano sino su
propio espíritu que está en él? Así mismo, nadie conoce los pensamientos de
Dios sino el Espíritu de Dios. Nosotros
no hemos recibido el espíritu del mundo sino el Espíritu que procede de Dios,
para que entendamos lo que por su gracia él nos ha concedido. Esto es precisamente de lo que hablamos, no
con las palabras que enseña la sabiduría humana sino con las que enseña el
Espíritu, de modo que expresamos verdades espirituales en términos
espirituales. El que no tiene el Espíritu
no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, pues para él es locura.
No puede entenderlo, porque hay que discernirlo espiritualmente. En cambio, el
que es espiritual lo juzga todo, aunque él mismo no está sujeto al juicio de
nadie, porque ¿quién ha conocido la
mente del Señor para que pueda instruirlo?
Nosotros, por nuestra parte, tenemos la mente de Cristo.
Vivimos por fe, no por vista.
Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los
míos —afirma el SeñoR. Mis caminos y mis
pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre
la tierra! Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo, y no vuelven
allá sin regar antes la tierra y hacerla fecundar y germinar para que dé
semilla al que siembra y pan al que come,
así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía,
sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos.
DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A
LA PALABRA DE DIOS.
Estoy en la Unción de el Señor
Jesús mi Dios y vivo por El y para El. El Espíritu Santo ha hecho
morada dentro de mí y me da sabiduría y entendimiento, me
aconseja y me da de Su poder, de
conocimiento y temor a Dios lleno
de reverencia por el Padre Celestial. Mi mayor alegría es estar
en la presencia de Dios confiando en El y viviendo para El. No pongo mi confianza en lo
que mis ojos ven o lo que mis oídos
oyen. Confío en la Palabra de Dios. Trato a los pobres y oprimidos de
la tierra con bondad, con rectitud y con
justicia. Sé que el Castigo a los opresores viene de la vara de mi boca de mi Señor –
con Palabras poderosas que los llevan a su destrucción. La
justicia es mi
cinturón y la
fidelidad es como una faja alrededor de mi
cintura.
Si no has
recibido a Jesús tú Señor simplemente
has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial,
vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare
el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es
el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás
salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu
Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos
8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en otras
lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu
Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste
de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo
Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra
te bendice favor de hacérmelo saber.
hosanna.enriqueibarra@gmail.com
Nota:
Este blog esta todos los
días en la misma dirección, búscalo y compártelo con tus amigos y familiares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario