Juan 5:41-44; 1 Tesalonicenses 2:6; Romanos 5:5; 1 Juan 3:1-2; Colosenses 1:29; Efesios 1:17-23; Marcos 9:37; Lucas 9:48
La gloria humana no la acepto, pero a ustedes
los conozco, y sé que no aman realmente a Dios. Yo he venido en nombre de mi
Padre, y ustedes no me aceptan; pero si otro viniera por su propia cuenta, a
ése sí lo aceptarían. ¿Cómo va a ser posible que ustedes crean, si unos a otros
se rinden gloria pero no buscan la gloria que viene del Dios único?
Tampoco hemos buscado honores de nadie; ni de ustedes ni de otros.
Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en
nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado.
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de
Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a
él. Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha
manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo
venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es.
Con este fin trabajo y lucho fortalecido por el poder de Cristo que obra
en mí.
Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé
el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor. Pido
también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué
esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre
los santos, y cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que
creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo
cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones
celestiales, muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y dominio, y de
cualquier otro nombre que se invoque, no sólo en este mundo sino también en el
venidero. Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo dio como
cabeza de todo a la iglesia. Ésta, que es su cuerpo, es la plenitud de aquel
que lo llena todo por completo.
El que recibe en mi nombre a uno de estos niños, me recibe a mí; y el
que me recibe a mí, no me recibe a mí sino al que me envió.
El que recibe en mi nombre a este niño les dijo, me recibe a mí; y el
que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que es más insignificante entre
todos ustedes, ése es el más importante.
DECLARACION DE FE DE ACUERDO A
LA PALABRA DE DIOS.
No tengo necesidad
de la gloria
y el honor que vienen de los hombres. El amor de Dios ha sido
derramado en mi corazón y vivo en
Su Palabra y busco las cosas que le traen gloria a Su Nombre.
Es mi deseo el recibir la alabanza, el honor y la gloria, que provienen solo del Señor Jesús mi Dios. Soy miembro de la familia de Dios, soy Su hijo, Él me llama por Su nombre (El Señor Jesús me ha dado su Nombre). Su poder fluye a través y dentro de mí.
Cuando la gente me
recibe, recibe al Señor Jesús mi Dios.
Cuando la gente me
rechaza, rechaza a mi Señor Jesús.
Si no has
recibido a Jesús tú Señor simplemente
has la siguiente oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre
Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que
invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que
Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el
Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16;
Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu y podré hablar en
otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu
Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste
de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo
Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra
te bendice favor de hacérmelo saber.
hosanna.enriqueibarra@gmail.com
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