2 Reyes 20:2-5; Filipenses 4:6-9; Efesios 1:3, 11, 17-23; Isaías 43:26; 55:11; Salmo 56:1-11; Números 14:5-9
Ezequías volvió el rostro hacia la pared y le
rogó al Señor: Recuerda, Señor, que yo me he conducido delante de ti con
lealtad y con un corazón íntegro, y que
he hecho lo que te agrada. Y Ezequías
lloró amargamente. No había salido Isaías del patio central, cuando le llegó la palabra del Señor: Regresa
y dile a Ezequías, gobernante de mi
pueblo, que así dice el Señor, Dios de su antepasado David: He escuchado tu
oración y he visto tus lágrimas. Voy a
sanarte, y en tres días podrás subir al
templo del Señor.
No se inquieten por nada; más
bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle
gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en
Cristo Jesús. Por último, hermanos,
consideren bien todo lo verdadero,
todo lo respetable, todo lo
justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin,
todo lo que sea excelente o merezca elogio. Pongan en práctica lo que de
mí han aprendido, recibido y oído, y lo que han visto en mí, y el Dios de paz estará con ustedes.
Alabado sea Dios, Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que nos ha
bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo.
En Cristo también fuimos hechos herederos, pues fuimos predestinados
según el plan de aquel que hace todas las cosas conforme al designio de su
voluntad,
Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y de
revelación, para que lo conozcan mejor.
Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué
esperanza él los ha llamado, cuál es la
riqueza de su gloriosa herencia entre los santos, y cuán incomparable es la
grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que
Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su
derecha en las regiones celestiales, muy por encima de todo gobierno y
autoridad, poder y dominio, y de cualquier otro nombre que se
invoque, no sólo en este mundo sino
también en el venidero. Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo
dio como cabeza de todo a la iglesia. Ésta,
que es su cuerpo, es la plenitud
de aquel que lo llena todo por completo.
¡Hazme recordar! Presentémonos a juicio; plantea el argumento de tu
inocencia.
Así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía,
sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos.
Ten compasión de mí, oh Dios,
pues hay gente que me persigue. Todo el día me atacan mis opresores, todo el
día me persiguen mis adversarios; son muchos los arrogantes que me atacan.
Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza. Confío en Dios y alabo su
palabra; confío en Dios y no siento miedo. ¿Qué puede hacerme un simple mortal?
Todo el día tuercen mis palabras; siempre están pensando hacerme mal.
Conspiran, se mantienen al acecho;
ansiosos por quitarme la vida, vigilan
todo lo que hago. ¡En tu enojo, Dios
mío, humilla a esos pueblos! ¡De ningún
modo los dejes escapar! Toma en cuenta mis lamentos; registra mi llanto en tu
libro. ¿Acaso no lo tienes anotado? Cuando yo te pida ayuda, huirán mis
enemigos. Una cosa sé: ¡Dios está de mi
parte! Confío en Dios y alabo su palabra;
confío en el Señor y alabo su palabra; confío en Dios y no siento miedo.
¿Qué puede hacerme un simple mortal?
Entonces Moisés y Aarón cayeron rostro en tierra ante toda la comunidad
israelita. Allí estaban también Josué
hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, los
cuales habían participado en la exploración de la tierra. Ambos se rasgaron las vestiduras en señal de
duelo y le dijeron a toda la comunidad israelita: La tierra que recorrimos y
exploramos es increíblemente buena. Si el Señor se agrada de nosotros, nos hará entrar en ella. ¡Nos va a dar una tierra donde abundan la
leche y la miel! Así que no se rebelen contra el Señor ni tengan miedo de la
gente que habita en esa tierra. ¡Ya son
pan comido! No tienen quién los
proteja, porque el Señor está de parte
nuestra. Así que, ¡no les tengan miedo!
DECLARACION DE FE DE ACUERDO A
LA PALABRA DE DIOS.
Cualquier mal reporte acerca de mi vida, o de
cualquier situación que vayan en contra de la Palabra de Dios, lo considero pasajero y no permanente, lo considero falso y engañoso. Conozco el poder de Dios que está obrando dentro
de mí. Él es fiel y lo que ha hablado en
Su Palabra es Verdad y sucede en mi vida. Por lo tanto, cuando viene el día malo, vuelvo
mi rostro hacia la pared y clamo al Señor Jesús. No presto atención a lo que otros dicen de mí
sino que escucho con atención a la Palabra de mi Señor Jesús, mi Dios. Acepto con gran alegría lo que Él me ha dado y
ha hecho. Creo y recibo la herencia que el Señor Jesus me
ha dado. Su herencia como hijo de Dios incluye
la paz, la alegría, la sanidad divina, la salvación, y la prosperidad. Mi Padre Celestial tiene cuidado de mi y yo
le amo, guardo Sus Mandamientos, le honro con todo mi ser y con todos los dones
y bienes que Él me ha dado.
Si no has recibido a Jesús tú Señor simplemente has la siguiente
oración creyendo en tu corazón y Cristo será su Salvador:
Padre Celestial, vengo a ti
en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre
del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor,
y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo»
(Hechos 2:21; Romanos 10:9). Dijiste que sería salvo cuando el Espíritu Santo
venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del
Espíritu y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).
Confío en tu Palabra.
Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre
los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por 0darme tu Santo Espíritu como
lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
Si tus has hecho esta oración escríbeme o esta Palabra te bendice favor
de hacérmelo saber.
hosanna.enriqueibarra@gmail.com
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