Proverbios 18:20-21; Proverbios 12: 14; Marcos 11-22-25 NVI
Cada uno se llena con lo que dice y se sacia con lo que habla. En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto.
Cada uno se sacia del fruto de sus labios, y de la obra de sus manos recibe su recompensa.
Pedro, acordándose, le dijo a Jesús —¡Rabí, mira, se ha secado la higuera que maldijiste! —Tengan fe en Dios —respondió Jesús—. Les aseguro que si alguno le dice a este monte: “Quítate de ahí y tírate al mar”, creyendo, sin abrigar la menor duda de que lo que dice sucederá, lo obtendrá. Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán.
DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS
Mis palabras producen el fruto que llena mi estómago, y mis labios producen la cosecha con la que me satisfago. La vida y la muerte están en el poder de la lengua. Mis palabras son las semillas de la vida y la prosperidad para el reino de Dios, pero muerte y destrucción para el reino del enemigo. Siembro mis palabras con sabiduría y cosecho cosas buenas que hacen que mi Padre Celestial se complazca.
Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él, porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo, Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.
Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:
Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús. Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).
Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4). Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.
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