martes, 14 de junio de 2011

El Señor Jesús Es Mi Esperanza


Hebreos 7:17-21; 2Corintios 5:21; Santiago 4:7-8; Colosenses 2:13-15

Porque esto es lo que Dios dice de él: “Tú eres sacerdote para siempre, de la misma clase que Melquisedec.”  Así que el mandato anterior quedó cancelado porque era débil e inútil, pues la ley de Moisés no perfeccionó nada; y en su lugar tenemos una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios. Dios garantizó esto con un juramento. Los otros sacerdotes fueron nombrados sin juramento alguno.

·        Cristo no cometió pecado alguno, pero por causa nuestra Dios lo hizo pecado, para así, en Cristo, hacernos a nosotros justicia de Dios.
·        Someteos, pues, a Dios. Resistid al diablo, y este huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. ¡Limpiaos las manos, pecadores!
·        En otro tiempo estabais muertos espiritualmente a causa de vuestros pecados y por no haber sido circuncidados; pero ahora Dios os ha dado vida juntamente con Cristo, en quien nos ha perdonado todos los pecados. Dios canceló la deuda que había en contra vuestra y que nos obligaba con sus requisitos legales: le puso fin clavándola en la cruz.   Por medio de Cristo, Dios venció a los seres espirituales que tienen poder y autoridad, y los humilló públicamente llevándolos prisioneros en su desfile victorioso.



DECLARACIÓN DE FE DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS

El Señor Jesús me ha introducido a una mejor esperanza para que yo pueda acercarme a Dios sin ningún sentido de  culpabilidad ante Su presencia.  Jesús lo ha hecho y Él es mi Sumo Sacerdote.  Al pagar mi precio,  Él ha dejado de lado la Ley de Moisés,  porque esta era débil e inútil y no me daba rectitud. Ahora, en Jesús, he sido hecho justo ante los ojos de Dios.


Si tú no has hecho a Jesús tú Señor y Salvador te invito a que te rindas a Él,  porque Él pagó un precio alto por ti en la cruz del calvario, recíbelo,  Él ha resucitado y quiere hacer morada en tu corazón.

Declare esta oración con fe y Jesús hará morada en ti hoy y será tu Señor:

Padre Celestial, vengo a ti en el nombre de Jesús.  Tu Palabra dice: «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» y «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Hechos 2:21; Romanos 10:9).

 Señor, tu dijiste que cuando el Espíritu Santo venga a morar en mí y me haga nacer de nuevo (Juan 3:5-6, 15-16; Romanos 8:9-11), y que si te lo pido, seré lleno del Espíritu Santo y podré hablar en otras lenguas (Lucas 11:13; Hechos 2:4).  Creo en tu Palabra. Confieso que Jesús es el Señor y creo en mi corazón que lo resucitaste de entre los muertos. Gracias por entrar a mi corazón, por darme tu Santo Espíritu como lo prometiste y por ser el Señor de mi vida. Amén.

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